Todo se comenzó a ir a la mierda cuando me hice monologuista.
2009.
Me refiero al tenderete que tenían montado mis jefes durante 20 años.
Dos empresarios de medio pelo que vieron cómo mi carrera de cómico era una amenaza para ellos.
En lugar de verlo como oportunidad.
Ahora lo entiendo todo.
El mantra de muchos empresarios mediocres es hacer creer a sus empleados que fuera hace mucho frío.
Que el mundo es hostil y que dónde van a estar mejor.
Hacer comedia, que me pagaran mejor por hora que en mi trabajo alimenticio y que además les dejara a ellos fuera de la ecuación y revirtiera todo en mi Marca Personal, es algo que no pudieron soportar y menos gestionar adecuadamente.
Recuerdo el día en el que mi jefa de entonces me dijo en una reunión delante de todos.
“Estamos muy preocupados por tu éxito con los monólogos”.
Nada le pudo escocer más que aquellos vaqueros de color rojo que llevé a esa reunión.
Era solo el aperitivo de lo que estaba por venir.
¿Recuerdas Pearl Harbor?
La primera pasada en forma de bombardeo a aquella gestión empresarial basada en tácticas de secta tuvo forma de hijo: Óliver
La segunda pasada que terminó por destrozar aquel chantaje emocional tuvo forma de hija: Alma.
Creo que nunca supieron que la que estaba detrás de todo este cambio siempre ha sido Fátima.
Me hice monologuista porque la enamoré haciéndola reír y ella me animó a: “esto se lo tienes que contar a la gente”.
Era 2008.
Todo lo demás, ha sido consecuencia de una clase de Amor… del que ellos no tenían ni idea.
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