Tu empresa es productiva. Pero tu equipo se quiere ir.

Ayer hice 17 llamadas.

Las dos primeras me trataron como un error.
Como si les estuviera molestando en su templo sagrado de productividad.

Y pensé: cuántos equipos habrá igual, trabajando como si odiaran cada minuto...
Y aún así sacando el trabajo adelante.
No por ti.
Pese a ti.

Porque la productividad ya no es el problema.
El problema es el precio que estás haciendo pagar por ella.

Tu gente produce, sí.
Pero se siente exprimida.
Invisible.
Rota.

Tu cultura está basada en confundir compromiso con disponibilidad eterna.
En disfrazar explotación de “ambición compartida”.
En llamar “reto” a todo lo que no sabes liderar.

Y el resultado es simple:
cumplen con lo justo.
Se desconectan en cuanto pueden.
Y mientras tú piensas que están “poco motivados”… ellos están buscando salida.

Quieren vivir.

Y tú les robas el tiempo como si fueras el dueño.

Han dejado de soñar con ascensos.
Ahora sueñan con no tener que fingir.

Y mientras les hablas de oportunidades, ellos solo escuchan:

“más horas, menos vida”.

¿Sabes por qué me siguen llamando?
Porque ya no quieren más salario emocional.

Quieren aire.
Quieren claridad.
Quieren líderes que no confun

dan presencia con compromiso.

Yo ya no trabajo más.

Trabajo mejor.
Y puedo ayudarte a hacer lo mismo con tu equipo.

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